Los Paradores suelen ubicarse en edificios emblemáticos, históricos y si además están rehabilitados, pues visitarlos es más que obligatorio. No son más que hoteles, pero sin duda, merece la pena pasarse por su restaurante o bar y tomarse algo. Eso es lo que hicimos nosotros. Tras atravesar la recepción y una de las galerías que rodea uno de los patios, llegamos al bar/bodega. El local es amplio, aunque le quita mucho espacio por un lado la apertura a la planta sótano o bodega propiamente dicha, y las tinajas que asoman en esta planta. Por lo demás, aunque es un espacio amplio, no lo tienen bien aprovechado, ya que frente a la barra queda una zona bastante diáfana sin mesas, y luego hay otra zona, donde las tinajas, donde las mesas se agolpan. Por lo demás, el servicio correcto. Pedimos dos vinos tintos que nos acompañaron con unas aceitunas.
Continúo mi ruta gastronómica por la localidad manchega de Almagro aprovechando mi estancia en la ciudad con motivo de la 38ª Edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. A pesar de ser una ciudad pequeña, dispone de un sinfín de sitios donde dormir. Y como no podría ser de otra manera, tiene Parador. Un sitio con muchísimo encanto, silencioso, patios cuidadísimos donde perderse... y un buen restaurante, con una carta justa y de muy buena calidad. El servicio es excelente tanto en el trato como en la eficacia, y el restaurante dispone de grandes vidrieras a ambos lados comunicadas con sendos patios muy luminosos. Recomiendo el salmorejo con lomo de orza y berenjena de Almagro o el bacalao. Y no dejes de probar el paté de perdiz, una delicia.